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José Pablo Feinmann: “Jorge Luis Borges y La Revolución Libertadora”.-

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José Pablo Feinmann: “Jorge Luis Borges y La Revolución Libertadora”:

“El Poema A Sarmiento” de Borges (Análisis Conjetural de una Oda Explícitamente Política):

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Poema A Sarmiento:

No lo abruman el mármol y la gloria.

Nuestra asidua retórica no lima

Su áspera realidad. Las aclamadas

Fechas de centenarios y de fastos

No hacen que este hombre solitario sea

Menos que un hombre. No es un eco antiguo

Que la cóncava fama multiplica

O, como éste o aquél, un blanco símbolo

Que pueden manejar las dictaduras.

Es él. Es el testigo de la patria,

El que nuestra infamia y nuestra gloria,

La luz de Mayo y el horror de Rosas

Y el otro horror y los secretos días

Del minucioso porvenir. Es alguien

Que sigue odiando, amando y combatiendo.

Sé que en aquellas albas de setiembre

Que nadie olvidará y que nadie puede

Contar, lo hemos sentido. Su obstinado

Amor quiere salvarnos. Noche y día

Camina entre los hombres, que le pagan

(Porque no ha muerto) su jornal de injurias

O de veneraciones. Abstraído

En su larga visión como en un mágico

Cristal que a un tiempo encierra las tres caras

Del tiempo que es después, antes, ahora,

Sarmiento el soñador sigue soñándonos.

(Jorge Luis Borges).-

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Dixit: “El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”.-

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El Análisis de J.P Feinmann del Poema A Sarmiento:

El poema de Jorge Luis Borges fue escrito seis años más tarde de la Revolución Libertador. Pero Borges, siempre, habrá de ser un hombre de la Libertadora. Tal vez su idea más valiosa sea la última: Que alguien está vivo en tanto existan quienes lo injurian. Por lo demás, repite sus lugares comunes. Sarmiento, dice, es inmanejable por las dictaduras. (Nota al pie: Falso: vimos que el peronismo lo puso en todos los libros de lectura. Que no lo usó de ariete, pero no cesó en su culto, en su adoración. Porque, en esos tan aborrecidos libros de  lectura, lo aborrecible era que no se transgredía nada, que sólo se incurría en la exaltación de las figuras casi santas de Perón y Evita y en las realizaciones del régimen, el cual, con esta clase de libros compulsivamente impuestos, se constituía, en efecto, en un régimen, pero no para cambiar una visión de la historia. Cuando una dictadura impone una nueva visión de la historia niega las otras y quema sus libros. Por eso el nazismo quemó libros. Perón no. Añadió al viejo y consagrado panteón oligárquico el panteón peronista. Una revolución lo habría reemplazado. De modo que sólo se incurrió en un personalismo propagandístico que alcanzó, de todos modos, para irritar a los sectores de poder de la Argentina. Que son excesivamente irritables. Por lo cual una medida no puede ser juzgada como revolucionaria a partir de la abominación de unas clases dominantes que jamás estuvieron dispuestas a cambiar nada. Sólo le dejaron a Menem traerlo a Rosas e imprimir los billetes de veinte pesos. Pero a cambio de hacer los más formidables negocios de su historia, sólo comparable a la masiva apropiación de las tierras bajo Roca.) Que Sarmiento fue el horror de Rosas. Lo que le permite hablar del “otro horror”. Y confesar que: “En aquellas albas de setiembre lo hemos sentido”. Qué gorilaza más boba: ¡Oh, sí, pensaban en Sarmiento los hombres del Almirante Rojas! Pensaban en el campeón de la enseñanza laica, en el ideólogo de la ley 1420 los nacionalistas católicos de Lonardi. A las “albas de setiembre” nadie las olvidará ni nadie las podrá contar. No parece haber sido así. Casi no hay quien no las haya contado. Y, a esta altura de los hechos, no parecieran tener ese carácter cuasi místico, totalmente inefable que Borges quiere darles. En cuanto a ese final del Sarmiento soñador que sigue soñándonos tomarlo en serio sería excesivo. ¿Habrá sido la Libertadora parte del sueño civilizatorio de Sarmiento? Claro que sí: es lo que piensa Borges. El poema a Sarmiento cubre esa finalidad. Unir al guerrero que batió a las hordas bárbaras del siglo XIX y enfrentó a Rosas con los héroes que derrocaron la tiranía del siglo XX, bárbara también, enemiga de la Civilización, de los libros, de las clases de linaje. Si Sarmiento el soñador sigue soñándonos es porque la Libertadora es una prolongación de sus sueños, una herida en el corazón de la barbarie que  él derrotó. Somos parte del sueño de Sarmiento. Seamos chicaneros: las bombas del 16 de junio de 1955 son también parte del sueño de Sarmiento. Del mismo sueño: el que soñó la decapitación de Peñaloza. Ese Sarmiento siempre nos seguirá soñando. No estamos siendo chicaneros. Es así: Borges no lo dijo, pero sin duda también lo sintió así el 24 de marzo de 1976. También ahí lo sintió a Sarmiento. También ahí una nueva barbarie estaba injuriando en el país a aquellos a los que sólo respeto se les debe. Acaso haya sido Videla también un sueño del soñador Sarmiento. Todo esto es pésima ideología y peor literatura, porque el tema del soñador que es soñado por Otro es tan abusivo en Borges.  Digamos que repetía sus recursos. Supongo que alguien pensara que se le está faltando excesivamente el respeto a nuestro gran escritor nacional. No, yo lo respeto a Borges. Mi primera novela toma algunos de sus temas predilectos: el del Otro, sobre todo. Pero si me preguntan qué opino de este poema a Sarmiento confieso que me parece más que endeble. No carece del tono pomposo y patético del acto escolar: “Es él. Es el testigo  de la patria”. Y luego, lo de siempre: ¿hasta cuándo dejaremos sin señalar los adjetivos de Borges? Sé que alguno dirá: “Es el colmo. Sólo le faltaba decir que Borges no escribe bien y ya lo está diciendo”. Supongamos que meramente me remito a este poema. Acaso se me permita señalar un par de cosas. “Acaso”, por otra parte, es un giro hipotético borgeano, sinónimo del adverbio “quizá”. Uno lo usa y ya le dicen que está plagiando a Borges. Borges pareciera ser un terrateniente del lenguaje. Palabra que él usó, palabra que es suya. Conjetura, argüir, rencor, espejo, laberinto, unánime. Ha llegado, así, a escribir, sobre todo cuando antecede el sustantivo por un adjetivo antojadizo o “borgeano”, cosas horribles como: “unánime noche”. Pero si uno escribe “unánime” está plagiando a Borges. Como si escribe “acaso” o “conjeturó”. Volvamos al poema a Sarmiento. La adjetivación de Borges es agobiante y reitera su mecanismo: adjetivo-sustantivo, adjetivo sustantivo, adjetivo-sustantivo. Echemos una rápida mirada al poema: “asidua retórica”, “áspera realidad”, “aclamadas fechas”, “cóncava fama”, “blanco  símbolo”, “secretos días”, “minucioso porvenir”, “obstinado amor”, “larga visión”, “mágico cristal” y hasta aquí llegamos porque hasta aquí llega el poema. Los escritores argentinos, advertidos de este mecanismo del padre del estilo, han invertido –con relevantes resultados– el mecanismo. Raramente anteceden al sustantivo de un adjetivo, sino al revés. Observemos hasta qué punto pierden su aire de poema escolar las palabras adjetivadas por Borges si les aplicamos este recurso: “retórica asidua” no es lo mismo que “asidua retórica”. “Símbolo blanco” no es lo mismo que “blanco símbolo”. Pero creo que es sobre todo en “obstinado amor” donde la deriva hacia otra acentuación es más notoria. “Obstinado amor” da novela rosa, folletín, novelita de los años veinte. “Amor obstinado” bien puede ser parte de una tragedia. Un obstinado amor” señala la permanencia de un sentimiento cálido que persevera en su ser, para decirlo con Parménides. Un “obstinado amor” es una tierna exaltación del alma, el exceso de un corazón que busca entregarse sin condiciones. Por el contrario, un “amor obstinado” bien puede mentar los celos de Otelo. Un “amor obstinado” puede llevar a la paranoia. A la posesión enfermiza. Y hasta al crimen. No puedo continuar con esto aquí. Se sabe que exagera las enumeraciones. Y que repite sus adjetivos: en una página puede escribir “inagotable llanura” y en la otra “innumerable llanura”. También, admirablemente, puede iniciar un cuento con la frase: “Una cicatriz rencorosa le cruzaba la cara”. Pero aquí no ha escrito una “rencorosa cicatriz” sino “cicatriz rencorosa”, de ahí el efecto poderoso de la frase. Como sea, todos lo sabemos: un gran escritor. Pero no un dios. Los dioses no pertenecen a la literatura. Ni a la historia…

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…”En realidad es el parentesco de símbolos entre Borges y Perón lo que me interesa particularmente. Símbolos poderosos: concentración de la línea elitista-liberal en Borges, encarnación de la corriente nacional-populista en Perón. Sobre todo en relación con los dos sectores de Argentina: la clase media liberal y la clase media populista, cuyas connotaciones preferidas son el doctor Houssay, el hombre que habló en La Sorbona y polo sacralizado por la tendencia liberal-elitista, y el tango trivializado, el Viejo Vizcacha y un Gardel de opereta para la franja nacional-populista. Dos sectores que, si se enfrentan en su adhesión, uno a Borges, otro a Perón, a menudo se intersectan y se ponen de acuerdo: en especial cuando se trata de exaltar el símbolo de una vieja Argentina de virtudes patriarcales tranquilizadoras y estereotipadas”…  (David Viñas:  “Borges y Perón”).-

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Borges, Sábato y Videla.-

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José Pablo Feinmann: “Peronismo. Filosofía Política de una Obstinación Argentina”:

(Las 130 Entregas Completas):

http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/index-2008-08-10.html

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